Pocas ciudades de China están tan ligadas al agua como Suzhou, hasta el punto de ser conocida popularmente como la Venecia de Oriente. Situada a orillas del lago Taihu y en la provincia de Jiangsu, esta localidad forma parte del área metropolitana del delta del Yangzi, que incluye centros urbanos como Shanghái, Nanjing o Hangzhou. Con una población que supera con creces los cuatro millones de habitantes, Suzhou puede jactarse de tener una de las rentas per capita más elevadas de las 659 ciudades chinas.
Debido a su extenso patrimonio, esta localidad se ha convertido en uno de los principales destinos turísticos del país. Repleta de puentes de piedra que cruzan hermosos canales, pagodas y jardines, este enclave es un escenario recurrente para reportajes de boda y una parada obligada en cualquier viaje a China. Razones para ello no faltan: de hecho, los jardines clásicos de Suzhou —entre los cuales se cuentan vergeles como el del Administrador Humilde o Zhuozheng Yuan, o el del Maestro de las Redes del Pescador o Wang Shi Yuan— han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en los años 1997 y 2000. Asimismo, la ciudad es también un destacado centro de la industria de la seda desde los tiempos de la dinastía Song (960-1279).
A todo esto hay que añadir su orografía, entre la que destaca la colina del Tigre, en la que se halla la famosa pagoda Inclinada y la tumba del rey He Lu. Su nombre entronca con una leyenda local, que afirma que un tigre blanco merodeó junto a la tumba del monarca pocos días después de su muerte, aunque luego desapareció sin dejar rastro.
Por otro lado, Suzhou está perfectamente comunicada con Pekín y Shanghái por ferrocarril, y con Hangzhou, Nanjing y Shanghái por autopista. Del mismo modo, dispone de transporte fluvial y de dos aeropuertos cercanos para los vuelos domésticos (Wuxi Shuofang y Guangfu).
Xi’an
Xi'an, perteneciente a la provincia de Shaanxi, es una de las ciudades más importantes de la historia de China, al haber sido una de las cuatro grandes capitales antiguas del país. Sin ir más lejos, a lo largo de sus más de 3.100 años de historia ostentó ha ostentado este rango durante al menos de 13 dinastías, incluyendo la Zhou (1050-256 a.C.), la Qin (221-206 a.C.), la Han (206 a.C.-220 d.C.) y la Tang (618-907). Además, se halla en el extremo más oriental de la Ruta de la Seda, lo que también explica su gran importancia como centro comercial. A esto hay que sumar que, al este, se alza una de las cuatro montañas sagradas taoístas: el monte Hua.
Asimismo, Xi’an, que ocupa 16.808 km², se sitúa entre las primeras ciudades chinas en términos de población y da cabida a una prestigiosa universidad.
De todos modos, todos estos datos se ven eclipsados por su ingente patrimonio arquitectónico, en el que destaca su extraordinario Ejército de Terracota, situado fuera del centro urbano. Este excepcional conjunto escultórico, descubierto en marzo de 1974 por cinco campesinos, engloba 9.000 piezas que recrean figuras de soldados, caballos y carros de guerra a tamaño natural, esculpidos a finales del siglo III a.C. por orden del primer emperador de la China unificada, Qin Shi Huang Di. Este tesoro artístico, del que sólo ha salido a la luz una parte, custodia la tumba del mandatario, que se halla a escasa distancia del lugar y al pie de una colina de 76 m (sólo se puede visitar por fuera, aunque para ello también hay que pagar). Tanto el Ejército de Terracota como este último enclave forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1987.
No obstante, éstos no son los únicos reclamos de Xi’an. Del mismo modo, habría que referirse a la Pequeña y la Gran Pagoda de la Oca Silvestre, situadas a unos 3 km de la una de la otra. La primera fue erigida entre los años 707 y 710 en el interior del tiemplo de Jianfu, durante la dinastía Tang y siguiendo las indicaciones del emperador Gaozong. En cuando a la Gran Pagoda de la Oca Silvestre, que se eleva al sur, fue construida en el 652 para preservar algunos textos budistas traídos de la India por el monje Xuan Zang años atrás. Aunque originariamente tenía cinco pisos, entre el 701 y el 704 se añadieron otros cinco por orden de la emperatriz Wu Zetian. Actualmente, sólo se conservan siete plantas, con una altura total de 64 m. A ambos lados de la entrada, se pueden ver las inscripciones de los emperadores Taizong y Gaozong.
Por descontado, tampoco hay que perderse las magníficas murallas de Xi’an, construidas entre los años 1368 y 1398 —a comienzos de la dinastía Ming (1368-1644) sobre los cimientos de los muros de la dinastía Tang. A la lista de vistas recomendadas se suman las torres de la Campana y del Tambor, del siglo XIV, y la Gran Mezquita, que se encuentra en el barrio musulmán.
Ya en los alrededores, también merece la pena acercarse hasta las ruinas del palacio de Efang (Efang Gong). Ubicado a 15 km al oeste de Xi'an, forman parte del conjunto arquitectónico del que se dice que llegó a acoger 270 edificios, y que fue construido por Qin Shi Huang Di. Según se dice, cada vez que el mandatario derrotaba a uno de sus enemigos, hacía erigir un palacio en el estilo arquitectónico propio de la zona de la que procedía el vencido. En el año 206 a.C., el recinto fue incendiado y destruido durante una revuelta.
Además, a unos 80 km al noroeste de Xi’an, se halla la ciudad de Qianxian, que alberga las tumbas de los 19 emperadores Tang y sus familiares. Las más importantes son la tumba del príncipe Zhanghuai y la de la princesa Yongtai.
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